En 1892, un grupo de madereros posó orgullosamente junto a la secoya gigante que acababan de derribar. Este árbol antiguo, de 1310 años de edad y elevándose a 361 pies (aproximadamente 128 metros), era un verdadero gigante natural.
Sus extraordinarias dimensiones requirieron leñadores expertos de la época para usar una sierra de 9 metros de largo, llevando ocho días de trabajo duro para derribarla. Este árbol colosal había sido testigo de la historia durante más de un milenio, existiendo incluso durante el reinado del emperador bizantino Justiniano.
La tala de un árbol tan majestuoso provocó indignación entre aquellos que valoraban la importancia de estas raras y antiguas especies. Numerosas protestas y llamamientos surgieron, pidiendo la preservación de las secuoyas y buscando detener su explotación incontrolada.
Una sección de este árbol en particular fue enviada al Museo de Londres para su estudio. El análisis reveló que estaba completamente saludable y que tenía el potencial de vivir muchos siglos más, destacando aún más la irremplazable pérdida causada por su destrucción.
Créditos: Y Extraordinario
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